Muchos apurimeños se han convertido -tanto en la misma región de Apurímac, en Lima como en resto del país-, en prósperos empresarios, logrando así no sólo el autoempleo sino generando también puestos de trabajo para otros. La mayoría de estos empresarios, gracias a sus talentos empresariales e inclusive aun sin tener niveles superiores de educación, han constituido empresas o negocios. El desarrollo sostenido (y sostenible) de Apurímac necesita muchísimos empresarios más. Por tales razones es que se hace necesario todo un movimiento regional por la formación de empresarios desde los hogares, colegios y universidades.
En el Perú hay más de tres millones de empresarios que han creado igual número de empresas entre grandes, medianas, pequeñas y microempresas que dinamizan la economía peruana (no existe estadística empresarial en Apurímac). Empero, estos empresarios -principalmente los de las pequeñas y microempresas (PYMES)- casi en su totalidad son autodidactas, intuitivos, artesanales; por consiguiente no preparados para hacer frente a las exigencias del quehacer empresarial de hoy.
Por otro lado, el Perú, un país consuetudinariamente pobre, tiene altos niveles de desempleo. Millones de jóvenes peruanos que egresan de la secundaria así como de los institutos superiores y centenares de miles de jóvenes profesionales que egresan de las universidades, están desempleados (y subempleados) afianzándose cada vez más el nefasto “círculo vicioso del subdesarrollo” desempleo-pobreza-desempleo. Cada empresario que crea una empresa, genera empleo y riqueza que es precisamente lo que el país necesita para su desarrollo. Cuanto más –y mejores- empresarios hayan más empleos y más riquezas habrá en el país. Hay mucho talento empresarial en el país, pero el sistema y modelos educativos-formativos en los hogares, colegios, institutos y universidades no los descubre ni los desarrolla.
Urge, por consiguiente, todo un movimiento nacional y regional por la formación de jóvenes empresarios a fin de conformar una nueva generación de empresarios peruanos formados sobre la base de sus vocaciones emprendedoras desde los hogares, colegios, institutos y universidades.
¿Qué significa ser empresario?. El empresario o la empresaria no es una persona cualquiera, común y corriente. Es, por el contrario, una persona especial; muy especial, capaz de crear empresa, capaz de crear negocios, capaz de crear todo de la nada, capaz de crear empleo y riqueza. Esto significa que cualquiera persona no puede ser empresario, sino sólo aquellas que reúnan determinadas condiciones especiales innatas (vocación, resiliencia) y adquiridas (formación). Ser empresario no se traduce al simple hecho de sólo desear o querer serlo, sino se traduce y se expresa, ante todo, en la cuestión de poder serlo; y son pocos los que realmente pueden ser buenos empresarios.
Muchos talentos empresariales de Apurímac pueden estar en los hogares, colegios, en los institutos superiores y en las universidades sin que sean descubiertos. Por ello es necesario que en los centros educativos, especialmente los institutos superiores y las universidades de Apurímac, hayan estrategias para promover la formación de un nuevo tipo de empresarios capaces de crear empleos de calidad que la región de Apurímac tanto necesita. (En la imagen niños de Tambobamba en Cotabambas - Foto NEH).
El hacerse empresario es una especie de predestinación que no se sabe exactamente cuándo ni cómo nace e impulsa al hombre o a la mujer hacer empresa (o negocio, en su sentido empresarial) en su vida y en un momento menos pensado y casi sin darse cuenta ha ingresado al mundo empresarial como empresario(a). Pero, aún así, cuando los hogares, la sociedad y sus modelos educativos-formativos no descubren ni desarrollan el talento empresarial existente en los hombres y en las mujeres ni se crean condiciones contextuales propicias para desarrollarse como empresarios, ellos resultan siendo –irremediablemente- candidatos al desempleo o subempleo.
No hay la menor duda que la vocación empresarial, el emprendedurismo y la resiliencia se lleva en las venas, en los genes, en la carne; pero son necesarios descubrirlos y desarrollarlos. Por consiguiente, los empresarios no sólo nacen, también se hacen. Programas formativos muy bien concebidos y estructurados en los colegios y especialmente en las universidades permiten formar empresarios. En realidad nadie puede hacer empresario a nadie si de por medio la persona no tiene vocación (que es congénita, instintiva) para ser empresario. La idea es que el empresario nace, pero si no es la misma persona quien descubre su talento empresarial alguien tiene que hacerlo y formarlo, perfeccionarlo como empresario y ese alguien es la institución educativa llámese hogar (el hogar visto como escuela como en realidad los es), colegio, instituto superior o, ante todo, universidad.
Sobre la formación de empresarios desde la niñez, tenemos importantes experiencias, aunque aisladas aún. Por citar un ejemplo, la experiencia de Junior Achievement International (Fundación educativa internacional con sede en Estados Unidos para descubrir y desarrollar el “espíritu emprendedor” de la niñez, de los jóvenes) que promueve la integración de colegios para promocionar el espíritu empresarial en los “niños y jóvenes escolares como futuros empresarios desde las aulas ya que ellos son personas creativas que dan rienda suelta a su imaginación para ganar dinero. El programa agrupa de 15 a 25 alumnos de cuarto de secundaria para formar una compañía. El reto consiste en crear un producto original”. Ellos mismos fabrican y venden en ferias que organizan diferentes productos (crayones ecológicos, papel vegetal, llaveros fosforescentes, etc.).
Las universidades de la región de Apurímac, por otro lado, tienen un rol importante en la formación de un nuevo tipo de empresarios de la nueva generación. Apurímac necesita que ingenieros, abogados, economistas, contadores, educadores, médicos, sociólogos, administradores, etc. sean, al mismo tiempo, formados y mentalizados como empresarios para que cada en sus especialidades puedan fundar y desarrollar empresas y así generar empleo y riqueza. El nuevo profesional que egresa de las universidades no sólo estará empeñado en buscar empleo en su profesión, y si tiene suerte emplearse, sino –ante todo- estar en la potencial capacidad de emprender la actividad empresarial.
En el asunto de la formación de empresarios en las universidades, adquiere mayor relevancia las facultades de Administración. Las facultades de administración en Apurímac en vez de formar administradores profesionales “per se” para emplearse en las grandes empresas en las que, empero, no encontrarán oportunidades de empleo -como se saben existen preocupantes niveles de desempleo profesional en administración- deben priorizar la formación de empresarios. Algunas universidades privadas ya vienen orientando sus estrategias formativas hacia la formación de empresarios, aunque también la tendencia sigue siendo aún formar administradores profesionales a la usanza antigua.
La efectiva formación de empresarios en las facultades de Administración requiere diversas condiciones. Una de ellas, por ejemplo, que estas facultades admitan en sus aulas sólo a aquellos estudiantes con vocación empresarial y de liderazgo mediante un nuevo sistema de admisión que tenga en cuenta prioritariamente el asunto vocacional. No vaya ser –como ocurre actualmente- que alumnos de Administración esté ahí no por vocación sino obligados por circunstancias o por el hecho de huir del desempleo juvenil o estén ahí por una desorientación y confusión vocacional y, acaso, su verdadera vocación sea ser un excelente médico, futbolista, literato, artista, etcétera.
La ventaja competitiva diferencial entre las universidades y máxime entre las facultades de Administración reside en sus estrategias educativas y en sus paradigmas en cuanto a la formación de profesionales. Mientras las universidades competitivas forman profesionales con visión y mentalidad empresarial (forman emprendedores), otras universidades forman profesionales buscadores de empleo con seria dificultades y desventajas competitivas en el grado de empleabilidad de sus egresados.