Mitos y ritos de VITO
LOS CABALLOS EN EL
PUEBLO DE VITO
Vito, es un pueblo que tiene
una gran tradición en la tenencia de caballos. ¡Sarna! Era –y aún es- el
vocablo para referirse a los caballos. En realidad no hay viteño o viteña cuya
vida no tenga que ver con los caballos. Desde tiempos atrás Vito era un pueblo
en el que sus moradores tenían caballos. Los Vásquez, los Zela, por ejemplo,
eran ricachones y tenían cientos de caballos. Nosotros, los Espinoza, no
teníamos nada, excepto uno que otro caballo. La predilección por los caballos
de mi padre era, además, explicable porque de joven fue soldado de la
caballería. Recuerdo con qué maestría herraba y cuidaba a sus caballos.
Cuatro caballos me traen
gratos recuerdos de mi niñez en Vito: el Huiccro, el Cutco, el Hangaslazo y el
Almacenero.
LA FUERZA DEL HUICCRO (Cojo)
Era un caballo de color
negro, relativamente de contextura baja, medio tembleque y lisiado: era cojo.
Por tal razón le llamábamos con cariño Huiccro. Desconozco el por qué, pero una
de sus patas delanteras era desviada. Aun así, Huiccro tenía una gran fortaleza
para la carga y el trote. Para arriba y para abajo mantenía el mismo ritmo
apurado sobre todo cuando estaba al mando de mi padre, de quién Huiccro sabía
que “no aguantaba pulgas” y tenía que andar rapidito y derechito antes que
recibir su regaños. Mi padre solía ir a las lejanas punas sobre el Huiccro y
traía sobre su lomo una “nacana de huacaya” de las buenas en cada ocasión.
Recuerdo haber visto a mi padre -quien acostumbraba decir que “los hombres no
lloran”-, “echando lágrimas” cuando por vejez Huiccro murió y nos dejó la
soledad de su ausencia.
CUTCO, CABALLO DE CARRERA Y SIQUI CANI
Juan, mi hermano mayor, es amante de los
caballos y de joven tenía uno a quien con muchos cariño le llamábamos Cutco
porque tenía el pelaje medio crespo de color “chumppi”. Era un caballo
versátil, casi enano, de rostro vivaz, no era un animal para cargas; pero,
tenía una virtud: era un excelente corredor. Ningún otro caballo lograba ganarle.
De esta virtud se aprovechaba Juan pues en cada ocasión y especialmente en la
fiesta de “Mula Mayor” (Fiesta de San Pedro, fines de junio) apostaba y ganaba
en la carrera de caballos.
Cutco mismo sabía que estaba
hecho para correr y ganar. En el partidor ya estaba inquieto queriendo ya
correr y cuando escuchaba la señal de partida ajustaba para atrás sus cortas
orejas y no había quién lo pare pues hecho una bala se dirigía a la meta y
ganaba. Cutco no necesita carona ni silla (montura); así nomás, a la capela y hasta
un mal jinete –y Juan lo es- bastaba que se sujetara bien de su crin y de la
soga de su jáquima y no se caía, pues Cutco corría defrente, sin esquivos; si
en la ruta había algún obstáculo pasaba raudo por encima, cosa que no hacen los
otros. Esto es precisamente lo que sucedió en una ocasión cuando Juan desafió a
mi otro hermano Daniel. Ambos corrían bien hasta que el Hangaslazo, que así se llamaba
el caballo de Daniel, en vez de saltar, como Cutco, encima de una lliclla
tendida en la que se secaba maíz, ¡Zass! esquivó bruscamente hacia a un lado y
el pobre Daniel salió disparado dándose una golpiza que dejó ensangrentado todo
su rostro. Santo remedio, hasta donde sé, nunca más se atrevió a participar en
carrera de caballos. Mientras presurosos atendía a Daniel postrado en el piso,
Cutco ya había llegado a la meta hace rato. (Véase un lindo pasaje de la
carrera de caballos en Vito en http://www.youtube.com/watch?v=JiAORpQ-OQs
). También véase carrera de caballos en Calcauso donde un caballo de Vito es el
ganador: http://www.youtube.com/watch?v=Rla1moiVrbY
Cutco, además, era muy dócil
y un caballo a todo terreno. Recuerdo que un día Juan estaba reunido en una
Cantina con sus amigos y hablando de caballos desafió a otro viteño
jactancioso, dueño de un buen caballo. El desafío consistía en medir cuál era el corcel más osado. Hagamos una apuesta
–dijo Juan-, veamos si tu caballo es más listo que el mío como dices. Haz pasar
al tuyo a la Cantina, desafió Juan. Por más que intentó una y otra vez el
caballo rival se encabritó y no logró hacer entrar a la cantina. Juan llamó a
Cutco, hizo ademanes para que entrara y Cutco ¡entró!
Otro grato y (gracioso) recuerdo
de Cutco es cuando mordió a mi padre en sus nalgas. Cutco, que como he dicho no
era bueno como animal de carga no le gustaba que le pongan la carona ni que le
ajusten con la cincha, reaccionaba de mala manera. Por tal razón mi padre se
hacía ayudar por otro para que los agarre y pueda preparar al animal para la
carga. Un día temprano mi padre se encontró sin ayuda de nadie, puso la carona
y ajustó con fuerza la cincha y Cutco reaccionó: torció su pescuezo al lado
donde estaba mi papá, abrió su hocico y ¡suácate! ¡Cat cat! lo mordió en su
trasero en cuestión de segundos. Mi padre dio un alarido que sacó en segundos a
mi madre que estaba cocinando y vio a mi padre que casi arrastrándose y
sobándose sus nalgas entró raudamente a la casa. Sacándose su pantalón se tiró
boca abajo en la tianapata, ordenó que cerrara la puerta y suplicó a mi mamá
que le auxiliara y sin saber exactamente qué había sucedido se espantó de la
herida ocasionada y como un médico en la sala de operaciones mi madre se vio
curando a mi padre que yacía con las nalgas al aire. Ahora me explico por qué
mi papá almorzaba y cenaba parado por esos días.
ALMACENERO, EL CABALLO BORRACHO
Almacenero se llamaba otro
de nuestros caballos del que tengo recuerdo. No era un buen caballo para carga,
ni para carrera, ni para nada. Tampoco era viejo. Su gran problema era la
embriaguez. Era alcohólico (¿?). Recuerdo un día en que mi hermano Daniel hizo
llegar casi a una decena de caballos nuestros al patio de la casa, entre ellos
el Almacenero. Éste llegó sigzageante, cabizbajo, caminando de un lado a otro,
era evidente que estaba ¡”borracho”! Mi padre al verlo no se conmovió del pobre
Almacenero sino montó en cólera, salió al patio, se acercó y ¡Zas!, ¡Lecc!,
¡Tacclalacc! y ¡Cock! ¡Pum, pum! le agarró a patadas y puñetes diciéndole: -¡Tu
borracho! ¡Yo borracho! Claro, Almacenero no se explicaba qué diablos estaba pasando. Era que Almacenero se había vuelto adicto a la Garbancilla que es una planta silvestre que droga y causa adicción a lo animales,
especialmente a los caballos que la consumen. Sería interesante que un químico o
un biólogo sometiera a un análisis científico a esta planta, quizás se descubra un
estupefaciente (droga) de enorme potencialidad que podría hacer florecer una
industria en Vito.
YO PERDÍ LA RAZÓN CAYÉNDOME DEL CABALLO
Hablando de caballos, yo me declaro
ser un pésimo jinete. Tan demostrada estaba esta limitación mía que de niño me
decían “ruirosiqui” cada vez que pedía a que me permitieran cabalgar porque
sabían que no permanecía “bien sentado” sino ladeando en el lomo del caballo. Recuerdo
que era la fiesta patronal de San Pedro
(29 de junio) patrono de los caballos y se tenía por costumbre acompañar al
Santo en procesión pero todos montados a caballo. Emocionante era ver a una
gran cantidad de caballos con sus jinetes correteando con garbosos pasos
alrededor de San Pedro, pues era la fiesta de los caballos. Ya mayorcito,
decidí acompañar al Patrono. Se opusieron al unísono toda mi familia, pero hice
berrinches y mi padre a regañadientes preparó a uno de los caballos que estaban
en el patio junto a otros que con monturas y muy elegantemente ornamentados ya
estaban listos para participar en la procesión. Improvisó una carona y me
subieron al caballo entre dos y en mancha salimos hacia la plaza. Pero apenas
llegaron los caballos a la plaza y viendo a muchos otros correteando, mi
caballo junto a los otros empezaron a trotar y correr. Mentalmente me persigné
ante San Pedro pidiendo a que no me cayera. En eso, sentí que mi “Rocinante” corrió
un poco más animado, de un lugar a otro y en eso … ¡”Zuácate”! ¡“Tacclalacc”!, ¡Tacracc,
tacracc! ¡Caí! Sentí que varios caballos pasaban por encima de mí; y no
recuerdo más.
Cuando volví en sí, mi mamá,
mi papá, mis hermanos y otros curiosos estaban alrededor mío tratándome de
revivir de lo “muerto” que estaba por los golpes y por el gran susto que pegué.
Viéndome aún muy salido de mí mismo, y sabiendo que tardaría en reaccionar
completamente, mi hermana Felícitas quiso aprovechar la situación para hacerme
unas bromas y hasta hoy me hace recordar riéndose. Dice que cuando estuve en
ese trance (casi desmayado), Felícitas me habría preguntado, por su puesto en
quechua: ¡¿Qué pasó?!, ¿Dónde estás?,
¿Cómo te llamas?, ¿Dónde vives?, ¿Quién eres? Y yo habría respondido a cada
pregunta con un –No… sé plañidero. Y para no dejar en duda sobre mi estado
real, Felícitas me habría señalado a mi mamá diciéndome ¿Quién es esta señora?
Y yo, con los ojos aún desorbitados, habría respondido diciendo –No … sé. Es decir, yo estaba hecho, estaba
inconsciente. Me cuentan también que sobre mis omóplatos y espalda había
huellas de herrajes y patas de caballo. O sea la cosa era seria. Cada vez que
me hacen recordar entre risas este incidente siempre terminan diciendo que desde entonces perdí parte de la
memoria (Auch).
EL CABALLO SE HA “MUERTO”
Nuestros caballos estaban en
el patio recién llegados de “arriba” porque teníamos que hacer amansar a uno de
ellos. En eso, mi sobrinita, casi un bebé, que solía estar en la puerta
admirando a los caballos, entró a la casa asustada y gritando (en quechua): ¡Papá!!!
Mamá!!! el caballo se ha muertoooó!!! Mi papá, mamá, mis hermanos y yo
estábamos tomando lawa y salimos disparados para ver qué malo había sucedido.
Era que el potro estaba efectivamente “muerto” encima de la yegua. Yo, niño
aún, no me daba explicaciones del hecho. Mis padres inmediatamente nos
introdujeron a la casa para no seguir en el escenario y después de largo rato
el caballo ya estaba caminando sobre sus propias patas “vivito y coleando” y … feliz. Lo que había sucedido era que el potro,
decidido a no perder el tiempo, se había apareado con la yegua y al parecer la
casi fulminante descarga del sexo animal le había dejado al potro “muerto” yacente
encima de la yegua que se sostenía pero que también estaba, al parecer, en
“otro mundo”. Ese acto no sólo era placentero para los actores de tan noble
espectáculo sino una buena señal para los dueños ya que pronto tendrán otro
caballo. ¡Gracias San Pedro!
LA GRAN FIESTA PATRONAL DE SAN PEDRO “MULA MAYOR”
“Mulay aaaarriba, mulaaay
abajo / Ninrichanllampis paccrai, paccracha / Chupachanllampis bandera,
bandera”. Hasta ahora no puedo olvidarme esta tonada que solía escuchar en Vito
de niño en la fiesta de San Pedro (29 de junio) y ahora en algunas ocasiones en
que nos reunimos con mis hermanos (cerveza va, cerveza viene) suelo cantar en voz alta, sobre todo a mi
hermano Juan le apasiona el estribillo y canta altisonante aunque con una voz completamente
desafinada. Aquí en Lima recuerdo haber escuchado en más de una ocasión a mi
tío Carlos Zela Vásquez (QEPD), otro amante de los caballos, cantar con fervor
la estrofa. La encantadora Yuli del Perú
hizo también famosa la canción (http://www.youtube.com/watch?v=JiAORpQ-OQs)
acompañado con un video del verdadero y original “Mula Mayor” y en el mismo
pueblo de Vito. ¿Dónde consiguió ella el tesoro del Video grabado en Vito?
RECIEN ME ENTERO POR QUÉ A LOS VITEÑOS NOS DICEN “SARNAS”
Yo nunca quise hablar de
este apelativo porque me parecía repugnante y hasta habían personas malinformadas que decían que llamaban
así a los viteños porque tenían la sarna. MENTIRA! FALSO!
Nos dicen “sarnas” porque
Vito es un pueblo de caballos, y de los buenos; a mucha honra.
Demetrio Huachaca Bravo ha
publicado Tradiciones antabambinas, en
una de sus páginas dice: “Los pueblos tenían sus apodos o motes:”turillu chuti”
(Distrito de Antabamba), “cheqcgi tikra” (Huaquirca), “Tampa” (Mollebamab); a los de Vito, “sarna” por la producción de
solípedos que poseen, “chuchullou” (Calcauso), “q`oto” (Sabayno), “allpa
llaqwa” (Matara), “q`alawasa” (Antilla)”.
Nemesio Espinoza Herrera