viernes, 1 de marzo de 2013

Genealogía de los Espinoza-Vásquez


GENEALOGÍA DE LOS ESPINOZA-VÁSQUEZ


Perdonen si es vanidad hablar de la familia de uno. Yo creo que no es jactancia el hablar acerca de la familia propia. Al contrario, considero que hasta es necesario que hablemos de nuestras familias porque permite construir la unidad familiar que tanta falta nos hace.  
La familia Espinoza-Vásquez a la que formo parte, y a mucha honra, tiene un poco más de un siglo de existencia desde que mi abuelo Francisco Espinoza Meza y mi abuela Feliciana Vásquez Torres unieron sus vidas en el pueblo de Vito (Apurímac) y nació el primer vástago, José Espinoza Vásquez, mi padre. A partir de entonces se ha generado, según cuentas aproximadas, más de un centenar de  personas, muchas de ellas ya no están entre nosotros.
Parafraseando a Gabriel García Márquez, la familia Espinoza-Vásquez tiene sus 100 años de soledad: cien años de tristezas, lágrimas, alegrías, felicidades, fracasos, éxitos, amores, desamores, pobrezas, riquezas; cien años de vidas y de muertes.
El abuelo Francisco y la abuela Feliciana
Los hermanos de mi abuelo se llamaban: Plácido Espinoza Meza, Juan Espinoza Meza (de quien dicen que no tuvo hijos), Luciano Espinoza Meza, cuya hija se llamaba Corpusa Espinoza, madre de mi tío Antonio Villavicencio Espinoza; también tenía otra hija de nombre Inocencia Espinoza (era propietaria de un puesto de comidas en Lima, en Mesa Redonda, donde mis hermanos Lucho, Juan, Domingo y mi primo Félix, entonces muy jóvenes, asistían con frecuencia, hoy la recuerdan con gratitud).
También otro hermano de mi abuelo Francisco se habría llamado Venancio Espinoza Meza y habría tenido hijas: Fidelia (madre de mi primo Juan Zela Espinoza, cuyo esposo era el legendario Machu Raymundo), Candelaria, Dionicia, Josepita (madre de mi primo Donato a quien cariñosamente el pueblo lo llamaba el doctor Bucho). ¿Alguien tiene una foto del abuelo Francisco?
Los hermanos de mi abuela Feliciana se llamaban: Julio Vásquez Torres, Martín Vásquez Torres, Andrea Vásquez Torres (cuya hija Concina es ¿madre de Pedro Guerreo, “Cachirulo”?, en tal caso vendría a ser mi primo, grato saberlo), Manuela Vásquez Torres (cuyo esposo era el legendario Machu Pancho), Presentación Vásquez Torres, madre de mi tío Carlos Zela Vásquez. 
Recuerdo claramente el rostro de mi abuela Feliciana, de nariz ancha. No era original de Vito sino de Matara. De niño yo acostumbraba ir a la casa de mi abuela especialmente a la hora de las comidas, me paraba en su puerta (Uscca, era yo) tosiendo a propósito a fin de que se percatara de mi presencia y me diera algo de comer; y nunca se negaba ni mezquinaba, con un amor maternal muy propio en ella, siempre había comida para mí.
José Espinoza Vásquez, mi padre, fue el primer hijo de los esposos Francisco y Feliciana. Fue el único hombre y el más engreído de la familia. De muy joven viajó a diferentes lugares (Arequipa, Cuzco, Ica, Lima) cuando aún la carretera no llegaba ni a Chalhuanca. Fueron épocas muy difíciles, de muchas carencias. Cuenta que en Lima fue militar (Caballería) en Chorrillos y ahí llegó lo inevitable: el amor. Se enamoró perdidamente de mi madre Evarista Herrera Maldonado (Foto de abajo), una quinceañera de Chalhuanca que entonces vivía en Chorrillos; y se la llevó a Vito. Vaya sino.
Sobre mi padre y mi madre, que ya no está entre nosotros, escribí una pequeña nota de homenaje: http://nespinozah.blogspot.com/2009/11/vinetas-de-cultura-popular-n-5.html (está al final con el título de Ingratitudes).
Mi padre tocaba guitarra a su manera y más o menos le salía. Recuerdo siempre lo que él cantaba con su guitarra esta estrofa melancólica: “Icata palpatan pasacunay carcca; ccamsi causa canqui caypi huaccanaypacc;  ccamsi causa canqui caypi llaquinaypacc”. ("Me iba ir a Ica, a Palpa; pero tú eres la culpable para estar yo sufriendo y llorando aquí"). Yo suelo cantar con nostalgia este estribillo cuando estoy reunido con mis hermanos.
Mi madre Evarista tenía en su baúl la foto de su padre, mi abuelo Juan De Dios Herrera (de Chalhuanca) que hasta ahora conservamos. No tengo información sobre su apellido materno de mi abuelo ni del nombre de mi abuela materna. Mi mamá tenía varios hermanos que ya no están entre nosotros: mi tío José Herrera Maldonado (era Sastre, de los buenos), mi tío Luis Herrera Maldonado, mi tío Cirilo Herrera Maldonado y mi tía Victoria que desde niña vivía en Lima (Lince) y se casó con un cuzqueño, buenísima persona él, mi tío José; sólo tuvieron un hijo: Pepe. Los hijos de mi tío Cirilo, a quien le conocí y tengo gratos recuerdos de él, son: Daniel, Norberto, Erasmo, Francisca.
Mi tía Natalia Espinoza Vásquez cuyo rostro siempre recuerdo, era de tez blanca y muy alegre. Cuando escuchaba alguna música en mi casa (ella vivía casi contigua a la mía), se armada de algún motivo y aun sin que la inviten entraba y sin perder tiempo se ponía a bailar al compás de la música. No esperaba que alguien la sacara a bailar.

En esta foto mi tía Natalia Espinoza está al lado izquierdo. Está también mi abuela Feliciana, mi tío Víctor Oyardo y mi tía Carmencita Espinoza (padres de Agustín, Félix). El niño que aparece en la foto es Martín, hijo mayor de mi prima hermana Susana Oyardo Espinoza (QEPD).  Susana, que falleció joven, era una mujer blanquiñosa y muy hermosa, recuerdo.
Sobre mi tía Romaldina Espinoza Vásquez debo decir que a pesar que le encantaba los niños, no tenía hijos, era “Kccollory”. Cada vez que llegaba de Ica a Vito era una gran alegría porque nos traía ropa, frutas, pan, chui (bolitas); entonces yo, mis hermanos y primos éramos niños. José Cancino, un costeño de pura sepa que no conocía la sierra, se enamoró de mi tía Romalda y la siguió a Vito donde vivió por varios años. No conocí a mi tío Julio Anamaría, su anterior esposo de mi tía. 
Recuerdo que delante de nosotros, en Vito, mi tía Romalda acostumbraba cantarnos, en tono de Huaylía, así: “Pipunitaccme kccanllary canqui, yauyaucha; mana ñuccahuan tusurunapacc, ¡carajo!”. ("Y quién te crees tú para que no bailes conmigo, carajo"). Nosotros nos echábamos a reír porque era divertido escucharla repetir el estribillo, una y otra vez. En algunas ocasiones, cuando estoy reunido con mis hermanos, suelo cantar: “Pipunitaccme kccanllary canqui, yauyaucha; mana ñuccahuan tusurunapacc, ¡carajo!”.
Sobre mi tía Carmencita Espinoza Vásquez debo decir que al igual que mi tía Natalia y a diferencia de mis otras tías, nunca vivió ni trabajó en Ica ni en ningún lugar, sólo en Vito, en Torre Mocco. Era muy querendona con la familia. Su esposo, mi tío Víctor (con cariño le decíamos Taytay Víctor) era una persona muy noble. Mi tía Carmen y mi padre fueron los que más hijos tuvieron.
Recuerdo gratamente que en una ocasión mi tía Carmencita vino a Lima de visita y estaba en la casa de Agustín en San Juan de Miraflores. Yo tenía un carrito –lo tengo hasta ahora y en perfectas condiciones- y me ofrecí llevarla donde Justina que vive en San Martín de Porres. Subió al auto, se persignó y me pidió, en quechua, que condujera con cuidado porque estaba enterada que “los carros en Lima se agarran a puñetazos”. Le pedí tranquilidad y luego de un tramo se durmió y no se despertó sino ya en la casa de Justina; y agradeció a la Virgen que nada le haya pasado.
Sobre mi tía Dolores Espinoza Vásquez debo decir que no la conocí. No sé nada de ella. Sólo sé que falleció, según me dicen, en la Costa dando a Luz a mi primo Antonio Galindo y fue mi tía Romaldina quien se hizo cargo de él.
HERMANOS Y PRIMOS HERMANOS
Desearía hacer algunas pequeñas referencias sobre mis hermanos y sobre mis primos hermanos. Lucho Espinoza Herrera, mi hermano mayor (QEPD),  fue el más alto de talla y de joven fue militar, pero no cualquier militar, sino fue Escolta Presidencial (Caballería, que pertenecía al Cuartel El Potao). Su nombre es Lucio, pero con cariño lo llamábamos Lucho. Lucho y su esposa Domitila Chaqquere (QEPD) tuvo 4 hijos: Olga, Evita, Luis y Charo.
En el fútbol a nivel de Vito en Lima, Lucho tenía por apelativo “Fantasma”, pues siendo un pésimo jugador, aprovechaban a él por su talla y le instruían a que solo pusiera su cabeza cuando la pelota venía cerca al arco. Dicho y hecho, Lucho se aparecía de un momento a otro cual fantasma, dirigía pesada y torpemente su cabeza hacia la pelota y ¡Goooool!, celebraban.
De músico no tenía ni la pinta. Tocaba sólo la puerta y a su esposa, nada más. Pero un día el Conjunto Musical de Vito a quien Lucho le gustaba acompañar en sus presentaciones, se vio en la necesidad de una persona que tocara la Tinya (había tinya, pero no había quien la tocara). Le echaron ojo al más inepto: a Lucho. Le pidieron que le acompañara en la presentación tocando la Tinya, le convencieron diciendo que es un instrumento fácil, que sólo era golpear rítmicamente y que cualquier tonto podía tocarlo, y hasta le hicieron practicar. Pero, como era su costumbre, Lucho ya se había tomado algunas cervezas y estando animado, aceptó el reto; y manos a la obra, señor. Qué bien iba tocando con ritmo: ¡toc!, ¡toc!, ¡toc!. Cuando el conjunto terminó tocar la pieza musical y recibía el plauso del público, Lucho seguía, cabizbajo, con su ¡toc!, ¡toc!, ¡toc! hasta que el que estaba a su costado le da un codazo diciendo que ya parara de tocar. Lucho alzó la cabeza, miró a los lados y cerciorándose que efectivamente habían terminado tocar, levantó su Tinya y le dio el ¡Toc! ¡toc! final.
Mi hermano Juan Espinoza Herrera, es el que más prole tiene: ¡12 hijos!Todo un récord. Juan es polifacético: es jinete (más o menos), vaquero, chacarero, cantante (con desafinada voz), guitarrista (qué mal toca), tocador de recuas, ganador en suyos de Chaccma; contador y profesor autodidacta. Creo que habría sido un buen profesor y, además, siempre he notado su vocación por la docencia.
Aunque nadie le dice así, Juan siempre se hace llamar como “Alma bendita Juan Espinoza” en honor el abuelo Juan Espinoza, según él. "Yo soy Alma bendita Juan", acostumbra decir. También fue en su juventud deportista, aficionaba jugar en el puesto de arquero, pero era malo. Los viteños de entonces le daban el apelativo de “Pulmón de gato”.
Hoy, a su edad, ha decidido vivir en Vito. Desde antes Juan se afanaba en vivir en Vito y su esposa Ubaldina Mendoza, una mujer extraordinariamente trabajadora, nunca estuvo de acuerdo; ahora es al revés: Juan quiere venirse a Lima, Ubaldina no quiere. Están en ese trance. 
Juan es “material disponible” para tomarse un trago. Por ejemplo yo le llamo por teléfono y le digo “vamos a tomarnos una cerveza”, sale inmediato. Si le digo por teléfono “vamos a trabajar”, Juan contesta diciendo ¿Cómo? ¿Qué?, ¡No escucho!; se vuelve sordo. Un día le invité a un Huariqui (lugar que me hizo conocer mi amigo don Hipólito Soria) a tomar un trago de la selva, el Abejado. En son de broma le dije: -Juan, este trago es afrodisíaco; te va dar ganas de corretear a tu esposa. De puro curiosidad tomó con gusto y hasta me invitó dos Abejados más. También en broma le dijo -Ni se te ocurra dar este trago a tu esposa porque en vez de que tú la corretees, ella es lo que te va a corretear. Cuando salíamos de la cantina, Juan pidió un Abejado y se lo puso sigilosamente a su bolsillo para llevarse a su casa. Poco tiempo después le pregunté: ¿cómo te fue, le has dado el Abejado a tu esposa? Sí, respondió. ¿Te ha correteado? ¡No!. ¡Nada!, respondió al parecer decepcionado. Uno más que se convencía que los llamados afrodisíacos son cuentos.
Domingo Espinoza Herrera, mi hermano, es un tipo especial, y para bueno. Muy trabajador y responsable él. Tocaba en su momento, y bien, la mandolina. Tocaba muy bien la guitarra. (Ahora –dice- ya no toca más que el timbre de su casa). Fue uno de los integrantes del recordado y famoso conjunto musical “Apusayhua de Vito”. También cantaba, tenía buena voz y solía ir a las radios los domingos a tocar y a cantar. Hasta aficionaba, y bien, a componer canciones.
A propósito de su afición a componer canciones, cuento que Felícitas, mi hermana, que vive en Huaquirca, en una ocasión le había invitado a Domingo a visitarla. Estando ya Domingo en Huaquirca, Felícitas le habría dicho: -Oye Domingo, cómo vienes sin carro, otros paisanos vienen con sus carros, con sus camiones; y tú nada. Domingo en vez de resentirse por la casi llamada de atención de Felícitas, compuso una canción y como había arpa y violín a la mano estrenó su composición cantando así: “Hermanaysi nillahuascca, Felicitas nillahuascca, camionta rantirucuspa cutimuynispa, avionta rantirucuspa vueltamuy nispa. Manatacc ccolquiypis canchu, manatacc ccolquiypis canchu, camionta rantirucuspa vueltamunaypacc, avionta rantirucuspa cutimunaypacc”. ("Mi hermana dice que debo regresar de Lima con carro, con camión, con avión; pero, plata no tengo"). La música y las letras “pegaron” entre nosotros. A mí me parece muy bonita, por eso cada vez que nos reunimos entre hermanos yo suelo cantar a viva voz esta canción y todos los presentes me siguen.
Domingo se destaca también como orador, “entrador” y buen contador de chistes y anécdotas. Además, Domingo fue, en sus buenos tiempos, un excelente arquero, acaso el mejor de Vito. Era uno de los mejores institucionalistas de Vito, era Presidente del CCD Vito. 
Domingo fue un excelente Truenador (en Huaylía) tanto en el pueblo de Vito como en Lima y recibió homenajes. Aunque hoy sigue bailando de pastor ya no lo hace como truenador, pero sigue destacando porque se ha conseguido uno de los buenos “Karcachos”. Su esposa, Francisca, es también destacada participante en las huaylías, no se pierde ni una y pone empeño para que Domingo se presente elegantemente ataviado a la Huaylía. 
Domingo, como ya dije, era un buen arquero; además, era un arquero “lechero” (con suerte). Cuenta que en uno de los bien disputados partidos entre Vito y Mollebamba, (Vito ganaba por 1 a 0) había un tiro de esquina del equipo rival, al minuto final. Tan aglomerados y desesperados estaban los jugadores de ambos equipos alrededor de su arco que Domingo no sabía exactamente dónde diablos estaba la pelota y en eso decidió saltar para verla, cuando en su cabeza caer por casualidad la pelota con muchas fuerza logrando desviarla y evitando así el gol y el árbitro pitó finalizando el partido. Todavía casi desmayado por el casual pelotazo en la cabeza, Domingo se vio en los hombros de los jugadores de Vito quienes le aclamaban porque gracias a él habían ganado el partido. Admiraron la “genialidad” del arquero porque creyeron que Domingo no sólo tapaba bien con las manos sino hasta con la cabeza. Vaya.
Una noche, cuenta Domingo, varios paisanos artistas de Vito regresaban en Taxi de una presentación musical, cada uno cuidando sus instrumentos. Uno de ellos, para mayor comodidad, determinó colocar su guitarra en la parte trasera del Taxi. Así todos se enfrascaron en conversaciones, chistes, jajá, jajá. Como estaban “picaditos” (mareaditos) acordaron ir a un Bar para continuar. Bajaron del Taxi todos alegres y escogieron una mesa grande y empezaron a libar cerveza. Cervezas van, cervezas vienen. Jajá, jajá. En eso, tuvieron la feliz idea de tocar y cantar en la cantina. Todos se dispusieron a afinar sus instrumentos musicales. El guitarrista principal, cuyo nombre no recuerdo, se vio huérfano y lisiado porque no tenía a la mano su guitarra, pero el sentimiento de orfandad se transformó en pánico cuando recordó que su valiosa guitarra se quedó en el Taxi. La embriaguez se disipó como por ensalmo, y ya sin tocar tuvieron que retirarse tristes de la cantina.
Domingo es amante de los estudios. Recuerdo que ya mayor terminó secundaria en el Colegio Ricardo Palma de Surquillo. En aquellos tiempos vivía en la recordada Calle San Diego Nº 464, Surquillo. Enterado que yo en Vito era un niño a quien le gustaba el estudio, Domingo tuvo la loable iniciativa de traerme a Lima y gracias a su valiosa ayuda –al igual que la de mi hermano Juan- he estudiado secundaria en el gran Colegio Daniel Alcides Carrión (Barrios Altos), por recomendación de Adolfo Triveños (“Chuco”) que había estudiado ahí. He escuchado a Domingo a decir que le habría gustado ser Abogado, pudo haber sido uno de los buenos.
Daniel Espinoza Herrera, mi otro hermano (QEPD) era un poco aficionado a los negocios, abrió una pequeña tienda en Mollebamba, la cerró y abrió otra en Calcauso donde vivió y al parecer le iba bien. Se casó con Úrsula Quispe (QEPD), una bella y muy joven mujer calcausina y tuvieron varios. Sus hijos, desde muy niños quedaron huérfanos por la absurda y prematura muerte que tuvo mi hermano. Daniel era muy laborioso. Hasta llamas y ovejas tuvo, inusual en la familia, porque sólo vacas y caballos teníamos.
Él no era, como ninguno de nosotros, bueno para peleas. Daniel me contó que un día en Calcauso un tipo le retó a liarse a golpes. Aunque Daniel en sus adentros se moría de miedo y quería escaparse, pero sacando fuerzas de sus miedos decidió enfrentarlo, desafiante y con los puños en alto se acercó al rival y cerró los ojos por segundos, dándose de perdedor, sólo esperaba que le cayera un certero golpe del contrincante; pero, en eso, su retador con voz casi suplicante y abrazándolo le dijo: –Oye hermano Daniel, por qué vamos a pelear; dejemos estar peleándonos. ¡Ufff! Respiró aliviado Daniel. Era que su desafiador se había acobardado ante la supuesta valentía de Daniel; de esa vez, cuenta, fueron grandes amigos.
Daniel tenía otra afición inusual en la familia: era torero, capeador. Vaya. Yo nunca le he visto torear pero me cuentan que, más o menos, se defendía. De esta afición sabía mis padres y cada vez que podía le regañaban a Daniel sobre los riesgos que significaba el enfrentarse a los cuernos de un toro. Un día a mi mamá que estaba sola en Vito le llega una fatal noticia. Sin anestesia le dijeron: -A tu hijo Daniel lo ha matado un toro en la fiesta de Mollebamba. En tal fatal situación se encontró mi madre que inmediatamente emprendió viaje hacia Mollebamba y allí, llorando desconsoladamente, inquirió dónde yacía el cadáver de su hijo. Una persona que conocía a la familia le dijo a mi mama: -Doña Evarista por qué llora tanto, ¿cuál cadáver? Tú hijo Daniel está en este momento en la Cantina de Azurín con sus amigos. Dicho y hecho, Daniel estaba feliz con sus amigos tomando trago, vivito y coleando; no estaba muerto, estaba de parranda. Se le notaba sólo rasguños en su rostro y era que efectivamente un toro la había “agarrado” pero levemente. Mi madre no sabía si era real o una pesadilla lo que estaba viviendo en esos momentos.
Felícitas Espinoza Herrera, es mi única hermana. Siendo la única mujer en casa, aparte de mi madre, jugaba como hombre trompo, chui, chuto, fútbol, etc. con nosotros. Kccalincha era. Montaba bien a los caballos. Es muy trabajadora y fuerte ella. En Vito le llegó lo que es inevitable en la vida: el amor. Julio Napoleón Dueñas Casaverde, Napo, natural de Huaquirca, su esposo, entonces era profesor en Vito, hoy jubilado. A Napo, mi cuñado, le llamamos con cariño Napito (también le decimos así por chiquito). Vivieron siempre en Huaquirca, ahora viven en Abancay. Tienen 7 hijos. 
Cuando Felícitas era niña y joven jugaba fútbol muy bien y era, en sus buenos tiempos, la mejor jugadora de Vito (jugadora de fútbol, quiero decir). En agosto, en la fiesta de Santa Rosa, era costumbre que las mujeres con sus polleras jugaran fútbol en la plaza; y mientras que las otras jugadoras estaban enredadas en sus polleras sin saber dónde diablos se había metido la pelota, Felícitas ya estaba anotando el gol.
Era una buena vaquera. Debo decir que nosotros los Espinoza, aparte de caballos, teníamos vacas en Vito, y de las buenas: Hualccara, Chivatilla, Saccsasiqui, Ccolo eran, recuerdo, nuestras madres nutrientes porque nos daban buena leche, sobre todo en épocas de escasez de comida que eran la mayor parte del año. Un día en la Estancia (Velanta) Felícitas me instruyó con tono amenazante –yo era niño- para que tuviera los ojos bien abiertos y cuidara que las crías no se acercaran a sus madres hasta la hora de ordeñarlas que era a medio día. “Allinta ccawanqui carajo, ñuñurukucctintacc; manachaycca, puca lecheta urkurusayqui ccamanta, carajo”; me regañó, antes de irse por leña. No sabía eso de “puca leche”. Lamentablemente me descuidé y los terneros se escaparon en mancha y sin que nada pudiera hacer, se mamaron toda la leche. En eso vino Felícitas y al ver lo que había sucedido ¡Zas! me dio un sopapo en la cara y de mi nariz, que era débil, comenzó a emanar sangre. Ahí supe lo que significaba “puca leche” y Felícitas cumplió su amenaza. Ahora recordamos entre risas ese incidente.
Justo Espinoza Herrera, es mi hermano menor. Le decimos “Chiquitín” por su baja estatura. Resultó cantante y guitarrista. Lamentamos que el Conjunto “Los Mensajeros de Vito” que tuvo muchos éxitos, ya no esté en actividad musical. Justo era, justamente, la primera voz del conjunto. De niño tenía terror a los toros. Justo cuenta que un día entró a un corral en Layrahuañi y se vio frente a frente con un torete, casi machu uña. El torito alzó su cabeza y le miró desafiante a Justo. Éste entró en pánico, se dio media vuelta y desesperado salió corriendo del corral, hecho una bala y sintiéndose ya sin vida siguió su desesperada carrera por un largo tramo de la pampa, pensando que en cualquier momento recibiría la fatal cornada. Ya totalmente abatido por el cansancio y sin aliento decidió detenerse esperando ya morir en sus astas del "toro", volteó la mirada hacia atrás y era que el torete se había quedado en su mismo sitio, no se había movido ni un centímetro. 
"Chiquitín" no tuvo suerte en el amor (¿o sí?), se separó de su anterior esposa y hoy tiene otro compromiso. En ambos compromisos tiene varios hijos.
Constantina Oyardo Espinoza es mi prima hermana, hija mayor de mi tía Carmencita. Desde pequeña reside en Lima. Se casó con don Gonzalo Zela, de Silco (QEPD), un caballero él, y chancletero pues tiene varias hijas. Mi primo Gonzalo, era uno de los mejores Barman del tradicional y famoso Hotel Bolívar (Plaza San Martín).
Cuentan que siempre quisieron –Justina y Gonzalo- tener un hijo hombre. No lo consiguieron. Los familiares siempre les aconsejaban que no perdieran las esperanzas de tener un hijo varón. La próxima sí va ser hombrecito, te lo juro; les decían. Y nada, nacía, otra vez, mujercita. La próxima sí va ser varón pordiosito, les decían, otra vez le convencían. Y nada, nacía, otra vez, mujercita; y así, hasta que determinaron parar, antes que naciera una docena de mujercitas.
Mi primo hermano Felix Oyardo Espinoza se casó con una simpática dama de Mollebamba, la señora Inés Segovia. Recuerdo que la joven pareja vivía en Chorrillos en una calle que se llamaba Rio de Janeiro y su primera hija Carmen era el centro de finas atenciones. Luego se instalaron en el Naranjal donde viven hasta hoy.
Félix no aficiona, hasta donde sé, ni a tocar algún instrumento musical ni a cantar; tampoco a ningún deporte. Nunca lo he visto a Felix de futbolista, de torero. Tenía por costumbre que cuando tomábamos cerveza con él -antes lo hacíamos con frecuencia- se recordaba de su niñez y adolescencia y se ponía a llorar, pero de qué modo: cerraba bien sus ojos, lloraba con devoción y cuando cesaba abría sus ojos y en ellos no había ni una pizca de gota de lágrimas. Es el mayor de los hijos de mi tío Víctor Oyardo y de mi tía Carmencita.
Mi primo Agustín Oyardo Espinoza es, como pocos, muy amante de la Huaylía, la lleva en las venas. Ha pasado grandiosamente el cargo de Huaylía en Lima y dos veces en Vito,  junto a su esposa Cerafina Anamaría.
Yo tengo un grato recuerdo de él porque es el único que me ha invitado a sus fiestas de Huaylía a que vaya disfrazado de pastor. Cuando hizo su fiesta en Vito insistió a que yo fuera a Vito a bailar disfrazado, incluso me ofreció el disfraz. Lastimosamente por razones de trabajo no fui.
A propósito de Huaylía, confieso que siempre he tenido y tengo genuinas ganas de bailar disfrazado; pero, a excepción de Agustín, nadie me ha invitado hacerlo. Mis hermanos Domingo, Juan, Chiquitín, pasaron aquí en Lima como cargontes de la Huaylía; ninguno de ellos me invitaron a bailar disfrazado.
Cuando Domingo pasó el cargo, en su “Pastor Uccyachi” hizo leer una lista de pastores; yo estaba seguro que me había considerado aunque sea último ¡Nada! Cuando Juan entró al cargo me alegré porque yo estaba seguro que él sí me consideraría como pastor. En su “Pastor Uccyachi” Juan hizo leer una lista de pastores y yo ¡Nada! Cuando Justo entró al cargo yo estaba convencido que él sí me consideraría como su pastor, leyó su lista y yo ¡Nada!
Así ha sido mi suerte en mi deseo de bailar la Huaylía disfrazado. Tengo guardado desde hace varios años mis Seda pañuelos; inclusive dos me compré en la misma Plaza San Pedro de Roma. Tantos años queriendo bailar la Huaylía y hasta ahora ¡Nada! No pierdo esperanzas que alguien me invitará a bailar en sus filas. Tengo esperanza que algún día, ojalá pronto, bailaré la Huaylía con todas de la Ley: con pantalón montar, con plumajes, con zapatos “huaca sencca” de estaquillas, con  fuete, con máscara, con banda de tela, con pañuelos de seda, con cinturón. Así, quiero verme con Domingo, frente a frente, para ver si es cierto que dicen que es bueno bailando Huaylía.
Mi prima hermana Basilia Oyardo Espinoza a quien con cariño le llamamos China es, al igual que Justina y Nicolasa, chancletera. No tienen hijos hombres. Su esposo es el señor Zaqueo Zela.
Andrea es, como toda mujer Espinoza-Oyardo, mujer de lucha y muy trabajadora. Desde niña vive en Lima. Es contadora mercantil. Es muy querendona con la familia. Recuerdo con gratitud que cuando yo era niño aún, China me obsequió un saco de mi talla y era la primera vez que usé saco. Así mismo recuerdo que me prestó juguetes (era un cinturón con sus dos pistolas) y viví, aunque brevemente, mi niñez fantaseando ser pistolero, entonces las películas de los “cow boys” (vaqueros) estaban de moda.
Nicolasa Oyardo Espinoza es otra de mis primas hermanas igualmente muy trabajadora. Tenía, junto a su esposo, una bien surtida bodega en Lince. Tiene a sus hijas de profesionales.
Recuerdo que de niña le gustaba la tonada del “Chiricha” que es un pequeño instrumento que acompaña a la banda típica en Vito en la fiesta de la Virgen de la Nieves. No sé si le seguirá gustando. Yo sí me declaro gran querendor de la Banda Típica y de su música, especialmente del Chiricha. Acaso lo que más me gusta de Vito es la Banda típica y la Huaylía. Espero que algún día, ojalá pronto, pueda yo bailar con Nicolasa y toda la familia al son de la Banda Típica Virgen de las Nieves de Vito y del Chiricha.
Mi prima hermana Marcelina Anamaría Espinoza es hija mayor de mi tía Dolores Espinoza Vásquez (QEPD) y de don Emilio Anamaría. Marcelina vive desde hace muchos años en Cañete junto a su esposo el Andahuaylino Bernabé Altamirano, una bella persona él. Bernabé y Marcelina son mis compadres, aunque me declaro un mal compadre porque no le visito con frecuencia, siempre tengo gratos recuerdos de ellos.
Tiene su mini hacienda en Herbay Alto (Cañete) en la que siembra frutas y hortalizas. Las dos veces que he ido a visitarla he regresado cargado de frutas. 
Mi primo hermano Francisco Anamaría Espinoza es hijo de mi tía Dolores. No tengo ninguna foto de él. Recuerdo que falleció joven en Chosica.



NO TENGO FOTOS DE MIS PRIMAS HERMANAS SUSANA OYARDO ESPINOZA NI DE LUISA GUTIERREZ. TAMPOCO DE MI TÍA DOLORES.
SOLICITO A TODOS QUE SI TIENEN FOTOS O INFORMACIONES ADICIONALES O QUE LO DICHO AQUÍ NO ES VERDAD, POR FAVOR HACERME SABER
SUGIERO A TODOS DETERMINAR UN DÍA DEL AÑO COMO DÍA DE LA FAMILIA ESPINOZA-VÁSQUEZ Y REUNIRNOS ESE DÍA EN UN LOCAL
Nemesio Espinoza Herrera