sábado, 2 de agosto de 2008

Apurímac: tercer milenio y desarrollo

La región de Apurímac es una de las regiones más pobres del Perú. La agricultura, la ganadería, el turismo y la minería constituyen los ejes del desarrollo económico y social que significa mejorar gradual y sostenidamente la calidad de vida de los apurimeños (Foto en www.agroapurimac.gob.pe)

APURÍMAC: TERCER MILENIO Y DESARROLLO


Nemesio Espinoza Herrera


(Artículo publicado en la Revista Bodas de Oro del Club Departamental Apurímac. Abril 2002, Lima Perú).


La humanidad inicia a convivir con un nuevo siglo y con un nuevo milenio. Todos los indicios hacen presagiar que el siglo XXI y el tercer milenio serán absolutamente distintos tanto para el Perú como para el mundo. No es el mero transcurrir inexorable del tiempo ni el simple cambio de una era por otra. Tiene, por el contrario, una connotación especial, pues, siendo el nuevo siglo y el nuevo milenio puntos de inflexión, ellos son portadores de nuevas y distintas configuraciones económicas, ideológicas, políticas, científicas y tecnológicas orientadas, como es de esperarse, al logro de mejores formas de convivencia humana y, ante todo, orientadas al desarrollo que esencialmente significa dotar, gradual y sostenidamente, calidad de vida a la población. Empero, la cabal comprensión de todo este conjunto de cambios estructurales que se avizoran y el estar inmersos en ellos acelerándolos, exigen una imperativa condición: el cambio de mentalidad, es decir, exigen nuevas formas de pensar (y actuar). En los actuales tiempos nuestras formas cotidianas de pensar y actuar han devenido en obsoletas y arcaicas, exigiendo cambios. A la luz de estos hechos objetivos es que se pretende focalizar al asunto del departamento de Apurímac.





APURIMAC es un departamento de contrastes entre pobrezas y riquezas. Hoy, en los albores de un nuevo siglo y milenio, Apurímac sigue siendo, lastimosamente, la capital de la extrema pobreza del Perú y acaso de Latinoamérica (por no decir del mundo si comparamos con los pueblos más pobres de Asia y África). Si no admitimos con hidalguía esta ingrata realidad, o nos avergonzamos de ello, es porque aún pensamos (y actuamos) como antaño. Para beneplácito, sin embargo, Apurímac es también un emporio de riquezas por su gente y por sus grandes recursos naturales. Para graficar este contraste bien resulta parafrasear a Antonio Raimondi: Apurímac es un “mendigo sentado en un banco de oro”; o a Jorge Basadre: Apurímac es problema (por sus pobrezas) y posibilidad (por sus riquezas). ¿Qué hacer, entonces, frente a esta cruda realidad?. Muchísimo. Pero seguro que ya no como antes, por ejemplo, a un Estado (y gobiernos) de espaldas a los pobres, ya no a seguir quejándose del Estado, ya no a la violencia política (así como la pobreza, las guerras son incompatibles con el nuevo siglo y milenio); ya no a las marchas infructuosas y sin mayor convocatoria, ya no a estilos baldíos de trabajos institucionales; ya no a divisionismos, egoísmos y hasta “racismos” entre los apurimeños (antípoda del ideal de José María Arguedas de “Todas las sangres”), ya no al aislado trabajo o a la indiferencia de los profesionales, ya no a la trivial representación de los “políticos” apurimeños tradicionales (congresistas, diputados, senadores, alcaldes), etc.; todo esto tiene que cambiar si queremos ver a Apurímac nuevo y moderno en un futuro ojalá próximo.




En un contexto en el que priman los conocimientos, la información, la ciencia y la tecnología; Apurímac exige ahora nuevos planteamientos, nuevas ideas; exige de sus protagonistas humildad, mucho trabajo y esfuerzo. En este orden de razonamientos ¿qué podemos plantear para el desarrollo de Apurímac?. En primer lugar aceptar que es un asunto a mediano y largo plazo (129 años de soledad, abandono y pobreza no se puede revertir de noche a la mañana), pero que es necesario iniciar la cruzada en lo inmediato y, segundo, señalar tres temas fundamentales estrechamente interrelacionados: la necesidad de un nuevo y distinto gobierno (y por consiguiente de un nuevo Estado), una auténtica política de descentralización y una estrategia de desarrollo económico-social departamental.




Sobre el primer tema precisa señalar que el Estado peruano durante siglos no ha resuelto los grandes problemas nacionales y debe cambiar. Apurímac no es una isla y por lo tanto reclamar su desarrollo con la seriedad que el caso exige pasa por reclamar un nuevo Estado (y gobierno) distintos a los ya existentes en el Perú.




Respecto al actual gobierno, es necesario concederle el beneficio de la duda y abrigar esperanzas que, aunque no logre calificarse como un gobierno distinto, al menos eche algunas bases para erigir un nuevo Estado sobre el cimiento de nuevas ideas, conocimientos, de la ciencia y tecnología y sobre todo de un pueblo en la plenitud de su madurez. Ahora bien, un nuevo Estado y un nuevo gobierno implica necesariamente una nueva y efectiva política de auténtica descentralización que por su naturaleza es un concepto eminentemente político, porque al fin y al cabo, la genuina descentralización es la dispersión del poder político (he aquí la razón de por qué un conjunto de ensayos de descentralización en el Perú fracasaron irremediablemente debido a que sus políticas de Estado fueron incompatibles con la naturaleza de la descentralización).




Respecto al tercer tema señalado debemos manifestar que un nuevo Estado y un distinto gobierno que propician una real descentralización, son condiciones absolutamente necesarias para promover y ejecutar una estrategia de desarrollo económico social del departamento cuyos ejes sean cuatro sectores productivos claves que expresan las riquezas de Apurímac: agricultura, ganadería, turismo y minería (aunque pesquería también en cuanto a truchas se refiere). Todos los apurimeños sabemos la extraordinaria potencialidad de riquezas en cada uno de estos sectores señalados.




En el sector agricultura se identifican, entre otras, las siguientes necesidades básicas: aplicación de la tecnología a la producción (y productividad) de maíz y papa (productos tradicionales más cultivados), ampliación de las fronteras agrícolas, uso de cultivos alternativos (frutas, maca, hierbas medicinales, quinua, quiwicha), industrialización agrícola.




En la ganadería: aplicación de la tecnología en la producción (y productividad) de ganados tradicionales (ovinos, vacunos y auquénidos que son los que más se producen), introducción y masificación de la ganadería menor (cuyes, porcinos, caprinos, aves); fomento de la industria ganadera.




En el sector turismo: investigaciones científicas de las potencialidades turísticas, incluyendo la arqueología y la artesanía del departamento, creación de circuitos y paquetes turísticos (enorme importancia adquiere el recientemente creado “Patronato Cañón del Apurímac”), explotación de las riquezas arqueológicas así como de los baños termales, repotenciación de las fiestas patronales y costumbristas, reactivación de la artesanía, creación de páginas web en la internet.




En el sector de la minería (recuérdese que Apurímac es “Reserva Minera Nacional”): políticas de resguardo de los intereses del departamento y de la ecología, promoción de la inversión extranjera para trabajar de mano con la pequeña minería, etcétera. Es importante señalar, finalmente, que la promoción del desarrollo de Apurímac en las condiciones explicadas, requiere necesariamente de la actividad empresarial.

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